Cuando era más joven pensaba que
la gente se enrolla por temas tontos, los veía preocupados con una ansiedad
extraña. Me llamaba la atención sus uñas comidas y esa mirada perdida mientras veían
algo que se supone, en esencia, era un argumento para distraerse, despejarse…
Pero evidentemente no se les parecía disfrutar, apenas se les asomaba una mueca
de risa, pero era como de la garganta hacia afuera, ya saben, algo miserable,
algo que cruza la frontera de la hipocresía, y más acá de nulidad.
Otra cosa que no me explicaba era como es que había gente adulta que estaba sola, sin amigos, sin círculos sociales y con una vida social pobre, como que si no lograran encajar, veía que eras adulto, y profesional, (si elegías ser profesional) tenias un oficio, conocías personas y todo esto. Parecía sencillo.
De joven me distraía muchas
cosas, de hecho soñaba con varios propósitos y por alguna razón veía inalcanzable
otras, quizás vanidosas, por ejemplo quería vencer el miedo de estar en una
montaña rusa o montar una ola, desafiar un túnel o que se yo. Es una tontería porque
esta última no me parece lógica por qué no me gusta mojarme con el mar, la sensación
de la sal, el sol, ese calor disfuncional que sudas aun estando mojado, ese
frío de los hombros hacia arriba y ese estresante movimiento de pies para
mantenerte a flote; no me parece relajante, como simplemente tomar una cerveza
y ver como agoniza la tarde.
… Ahora quizás me entretengan un
par de cosas, quizás cosas terrenales y al final… Es una tontería. Espiritualmente
es más complejo. (O sencillo)
De cualquier manera muchas veces
parece irritante o agotador, y lo importante muchas veces es darse cuenta y no
dejarse atrapar en una cinta de mobius.
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