martes, 24 de julio de 2018

Hedonismo y su valor.


Nunca he comprendido todo acerca de la vida, he leído metafísica, filosofía, sociología, historia, teología. He analizado el concepto de la existencia en sí, no solo de un elemento, sino, desde el punto atómico, hasta los conceptos de causa y efecto de Newton.


Me he obsesionado por darle valor a lo que debería tener valor, pero se supone que todo tiene valor, por más insignificante que parezca, si, y el Blue Fool de Christopher Wool entra dentro, una estupidez de pintura valorada en más de $5mmd, ¿qué valor le daría yo? “El arte no tiene valor más allá del que le pongas”, dirían los especialistas. Yo aún no lo entiendo, pero dame 5 minutos a solas y te hago una obra de arte, y no soy artista, solo soy el crítico de la esquina con un whisky doble.
Ahora, todo esto no tendría un contexto claro sin dar una historia interesante, y una historia interesante puede verse en una síntesis corta de la vida, donde se exponga la intensión y la profundidad de la misma.  

Epicuro era un exponente del hedonismo, hablamos de varios años atrás antes de Cristo y que se conociera obviamente el cristianismo, toda esta ética humanista del amor humano, tanto del propio como al prójimo… Me imagino a Epicuro enseñando a los niños con metáforas como por ejemplo: “es bueno el chocolate, te da placer, y el placer es el nirvana del hombre, pero debes saber hasta cuando comerlo, te puede dar dolor de barriga después, la idea es sentir placer sin que luego te sea cobrado por dolor”. Es decir, ser moderado con los placeres. Lo mismo es con la bebida, tomar agua es placentero, pero mucha no.

Sin embargo hay placeres que el defendía como no letales, quizás no es la expresión que él hubiese usado en una catedra con jóvenes de 20 años, pero algo así podría ser. Por ejemplo, “te puede dar placer hablar con tus amigos, la música, el estudio y de esto difícilmente se puede abusar”.  ¿El asunto seria el abuso entonces?
En la actualidad, hay muchas cosas que nos da placer, y estas tienen su teoría, a veces no sabemos cómo explicarlo pero es sencillo, es hedonismo. ¿Pero qué valor tiene? ¿O para quién? ¿Para ti? ¿Cuanto?

Dura lo que quieras preguntándotelo, yo me comeré un helado de ron con pasas o de uva en la extraña plaza de La Asunción, mirando el pórtico del templo y admirando sus rasgos reconstruidos de estilos romano – latino, pensando de vez en cuando que en 1609 no tenían malos arquitectos.







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